El ingreso en una residencia de mayores, no es sólo un cambio de domicilio, implica comenzar una nueva etapa que requiere tiempo, acompañamiento y comprensión.
Se estima que el proceso de adaptación dura alrededor de 90 días o más, un período en el que la persona mayor, su familia y el equipo profesional de la residencia deben de trabajar juntos para lograr una integración adecuada en el centro.
Fases del proceso de adaptación
. Pre-ingreso
Antes de que la persona sea trasladada al centro, será muy beneficioso que el futuro residente realice visitas previas al centro, para que conozca los espacios y al personal, y pueda aclarar resolver dudas. Esta preparación disminuye la incertidumbre y ayuda a evitar la brusquedad del cambio.
. Fase de adaptación (primeros 90 días)
Durante los primeros meses, el anciano comienza a conocer las rutinas del centro, interactuar con otros residentes y establecer una relación de confianza con el equipo profesional. Es una etapa de observación y ajuste, tanto del residente como del personal .Los profesionales elaborarán un plan de atención personalizado según las necesidades, gustos y ritmos de la persona.
. Fase de seguimiento
La adaptación no termina en esos primeros 90 días. Es fundamental llevar a cabo una evaluación periódica del bienestar físico, emocional y social del residente, actualizando el plan de cuidados y las intervenciones según las necesidades.
Claves para facilitar la adaptación
Apoyo familiar constante: las visitas frecuentes, las llamadas y la cercanía ayudan a que el mayor no sienta que ha sido “abandonado”. por otro lado no es infrecuente la necesidad de apoyo a la familia , ya que a menudo experimenta sentimientos de culpa.
Personalización de la habitación: incluir objetos personales, fotografías o detalles familiares ayuda a convierte el espacio en un lugar cercano y acogedor.
Participación social: fomentar la asistencia del residente a las actividades, talleres y encuentros, favorecerá la creación de vínculos con otros residentes y previene el aislamiento.
Respeto al ritmo individual: cada persona necesitará su tiempo. Escuchar sus preferencias y adaptar las actividades a sus intereses es esencial para garantizar su integración.
Comunicación fluida con el centro: mantener un diálogo abierto con el equipo profesional generará confianza y garantizará que sus necesidades estén cubiertas.
El valor de la escucha activa y el cariño: más allá de protocolos y rutinas, lo que marca la diferencia en la adaptación es la actitud del equipo humano. La escucha activa, el trato respetuoso y la empatía generan un clima de confianza que permitirá al residente sentirse acompañado. La familia y el personal deberán compartir un mismo objetivo: el bienestar del mayor.
La adaptación a una residencia no debe entenderse como una etapa difícil que simplemente hay que superar, sino como un proceso de construcción de un nuevo hogar y una nueva comunidad. Con apoyo, paciencia y cariño, la persona mayor puede vivir esta etapa con seguridad, compañía y calidad de vida. En el Centro Residencial Los Rosales – Residencia de Mayores en León – Hacemos fácil esa adaptación.







